sábado, 15 de junio de 2013

MONOCORDIO: Filosofía y modernidad,con la Oficina Publica Saludable

Filosofía y modernidad

Es curioso. ¡Qué pasada de moda parece estar hoy la filosofía! La palabra misma suena a rollo, a complicación inútil, incluso a chaladura de gente ociosa. Desde luego a primera vista no parece que case bien con este mundo de improvisación, cambio y, me atrevería a decir, superficialidad en el que nos movemos.



Los que percibimos como los más inquietos de entre los jóvenes, esos que dan la impresión de plantearse cuestiones algo más profundas, parecen que solo se preocuparan por asuntos de ecología y a veces dan muestras de que estuvieran más dispuestos a conmoverse por la salud del planeta que por las condiciones de vida de las personas que en él habitan. ¡Y qué decir por asuntos vinculados con la existencia! No sé si es el resultado de la sutil manipulación de un poderoso engranaje mediático, capaz de canalizar con total precisión cualquier punto de vista particular, cualquier pensamiento que se aleje, aunque sea un poco, del mainstream; pero lo cierto es que cualquier pensamiento nuevo es rápidamente deglutido, para ser enseguida devuelto perfectamente domesticado, con lo que formará parte, de nuevo, de eso que ahora se llama pensamiento único. Seguramente esto no es así para todos los jóvenes, y creo que muchos que no salen a la luz también están preocupados por asuntos de otra índole. Pero si juzgamos por las opiniones mayoritarias la filosofía, al menos de momento, parece estar pasada de moda.

¡Y qué diremos de la metafísica, que ya da la impresión de haber sido abandonada incluso en las propias Facultades, que dan muestras a veces de tener una especie de complejo de antigüedad si se ocupan de temas asociados con los primeros principios y causas, y que están laboriosamente preocupadas por todo eso de la deconstrucción. Algunos se empeñan en ser modernos o postmodernos, y usan un intrincado lenguaje en sus escritos, como si en la mera dificultad de la escritura residiera la verdad. Intentan imitar el estilo de algún gran filósofo de principios del siglo XX, pero, como todas las imitaciones, a veces son tan falsas que dan lugar a verdaderos monstruos. Además, lo que hace treinta o cuarenta años resultó ser un pensamiento de vanguardia, ahora ha dejado un regusto decadente en la Filosofía. Quizá por eso a veces lo que se enseña no deja de participar, de nuevo, del pensamiento dominante, del pensamiento ahora dominante. Por eso tal vez y porque se viene asociando metafísica con religión parece que se huya tenazmente de enseñar cualquier cosa que suene a metafísica. Pero, ¿no será precisamente por eso que, paradójicamente, la filosofía está dejando de interesar?, ¿no será precisamente que en ese afán de rebajar las preguntas filosóficas a cuestiones demasiado triviales algunos han conseguido que la filosofía haya perdido prestigio entre los escolares, que la consideran extravagante, tonta y desde luego poco interesante? ¡Si para explicar a Platón algunos profesores de Secundaria ponen la película de Matrix! A veces creo que en aras de la facilidad quizá están acabando con el interés por cuestiones propiamente filosóficas que una enseñanza de otro tipo, más próxima a los textos, podría despertar entre los más jóvenes.


O tal vez esa falta de actualidad con la que algunos etiquetan al saber filosófico se deba solamente a que no vivimos en una época apropiada para el pensamiento, para la filosofía. Por lo menos para el pensamiento crítico. Cada época en la Historia posee una especial ocupación privilegiada y pudiera ser que ésta nuestra sea más apropiada para la invención técnica o la precisa concreción científica que para el Arte o la Filosofía. Que las Humanidades están en declive parece un hecho constatado. Ciertamente son un lujo y su utilidad no es inmediata. Por todos los lados vemos que aquellos a los que les importa algo más que alcanzar una buena posición económica y que estudian porque realmente les apasiona el conocimiento han decidido dedicar sus esfuerzos a cuestiones que llamamos tecnológicas y prefieren pisar un terreno más sólido y menos resbaladizo, donde las especulaciones filosóficas no tienen cabida. Además, la filosofía no es una ciencia y hoy parece que solo sea conocimiento lo que viene avalado por el sello de calidad de “lo científico”. Pero, curiosamente, son los físicos y los matemáticos los que más interés están teniendo hoy en día por asuntos filosóficos. Aunque, pensándolo bien, la filosofía la han hecho muchas veces los físicos y los matemáticos.

La Filosofía, en tanto que reflexión esencial sobre el ser del hombre y del mundo, debe de ser necesariamente posterior al conocimiento científico. Es necesario construir primero un edificio con la aproximación al mundo que la ciencia nos está aportando. Y estamos en un momento de la Historia donde el saber colectivo está generando un abrumador conocimiento científico: biología, matemáticas, física… en cualquier área del conocimiento los avances en una década son espectaculares. Es tan rápido que casi no da tiempo de construir una teoría cuando ya ha quedado superada. No da tiempo para un saber en conjunto. Quizá por eso no sea aún el momento de la filosofía; es demasiado pronto. Seguramente dentro de no mucho tiempo los mismos planteamientos de siempre serán repensados a la luz de los nuevos conocimientos científicos. Como en realidad ha ocurrido siempre. El problema es que hoy es casi imposible que alguien tenga una formación completa en todas las áreas del saber humano. Y la filosofía, la de verdad, necesitaría ese conocimiento previo para pensar sobre él, para pensar el mundo desde los nuevos conocimientos de la Física, por ejemplo.


Así que no seamos pesimistas; seguramente lo que ocurre es que la filosofía nunca ha estado de moda. No nos engañemos, la filosofía ha sido siempre un saber minoritario, por más que las preguntas a las que intenta responder son comunes a todo ser humano. Además, nunca una verdadera filosofía puede estar de moda. Los temas de los que se ocupa, ciertamente, son atemporales. Leamos un pequeño texto precisamente de Martin Heidegger a propósito de la modernidad y utilidad de la filosofía:



"La filosofía es esencialmente inactual, porque pertenece a esas pocas cosas cuyo destino consiste en no poder hallar jamás eco inmediato en su hoy correspondiente; pero tampoco necesita encontrarlo. Cuando aparentemente ocurre eso, cuando una filosofía llega a estar de moda, o no es filosofía real alguna, o está erróneamente interpretada, es decir, se la habrá empleado con abuso, según necesidades cotidianas e intenciones extrañas a ella misma.
Por eso tampoco es un saber que se aprende inmediatamente, como los conocimientos manuales o técnicos; tampoco se lo puede aplicar de inmediato y considerárselo por su utilidad, como ocurre con el saber económico y profesional en general.
Pero lo inútil es capaz de tener poder, y de hecho lo tiene[...]"

Martin Heidegger, Introducción a la Metafísica, ed. Nova, Buenos Aires, págs. 47 (Traducción de Emilio Estiu)



La filosofía, más que un saber, es una interrogación. Es una actitud mental del individuo que está acostumbrado a cuestionar cuanto le rodea. Por eso es lo opuesto a ideología. Pensar cuesta esfuerzo y, además, a veces es doloroso y obliga a ser libre. Y no parece que el esfuerzo sea un valor en alza ni, por mucho que se hable a todas horas de ella, la libertad, la verdadera libertad, un bien muy solicitado. 
Fuente: http://monocordio.blogspot.com.ar/2008/01/filosofa-y-modernidad.html

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